Mercedes Mateo nos recibe en su casa. Jubilada como voluntaria de Tómbola desde hace unos años, guarda un grato recuerdo de su paso por la Tómbola “Iba muy a gusto…porque siempre he sido movida, pero a los 75 años hay que jubilarse… me dio pena”, asegura.
Recuerdo que las bicicletas eran el premio más deseado. Todo el mundo las quería.
Mercedes Mateo, a la izquierda vendiendo boletos con una amiga en el año 1948.
De hecho, Mercedes ha colaborado con la Tómbola en dos épocas muy diferentes, empezó en el año 1948, casi en los inicios de la Tómbola, hasta que se puso a trabajar, se casó, etc. y cuando ya estuvo más libre de nuevo, volvió durante 10 años.
Usted ha trabajado en Tómbola en dos épocas muy diferentes ¿En qué se diferenciaba su trabajo en el año 48 al de su última época?
De joven vendía boletos en los alrededores de la Tómbola. Los llevábamos en unas cestas e Íbamos por parejas, de dos en dos Estábamos unas 10 personas vendiendo boletos…Estábamos un rato por la tarde. Cuando venían otras, nos íbamos a dar un paseo. La gente compraba bastante bien. Lo hacíamos con mucha ilusión.
En mi última época estaba en control de premios. Ahí veía a menos gente porque estaba dentro de la Tómbola. Tenía que recoger los boletos premiados y hacer recuento para ver qué había que reponer al día siguiente. Para que el camión trajera lo que ya se había entregado. Pero también muy a gusto.
¿Qué cambios ha notado usted en la Tómbola entre estas dos épocas? ¿En qué cree que ha cambiado?
Quizá el mayor cambio sean los premios. Antes había muchas bicicletas. Eran el premio más deseado. Y también se sorteaba un chalet en la zona de Argaray, que recuerdo que le tocó a una conocida. Ese era el mayor premio, de eso sí que me acuerdo.
Después vinieron los coches. Pero todo el mundo iba a por la bici. También había muñecas, había más electrodomésticos, más juegos de maletas y como ahora botellas, paquetes de galletas…
Y de los premios actuales, ¿Cuál le parece que tiene más éxito?
Hay muchos premios directos buenos. A unos vecinos, les tocó por ejemplo un frigorífico y cuando llegaron al control les dije, ¿Cómo lo vais a llevar?. Pensaban que era de juguete.
También a una persona de fuera le tocó un jamón y lo estaba tratando de vender a dos señoras fuera. Les explicaba que le había tocado en la Tómbola y que quería venderlo. Vinieron al control para comprobar si era verdad que le había tocado allí y les dije que sí, pero al final no se lo compraron.
¿Cuál es su mejor recuerdo de cuando estuvo en la Tómbola más antigua, la de hace casi 70 años?
No me acuerdo mucho, han pasado muchos años…. pero sí recuerdo que un día que estábamos allí, empezó a llover y llevamos las cestas a la Tómbola. Antes de irme a casa, dije, voy a comprarme un boleto. ¡Y me tocó una bici!. Como yo ya tenía una, una amiga me la compró para el “maca” de un dispensario que había en la plaza de la Cruz.
¿Y en la gente que acude a la Tómbola? ¿Ha notado mucho cambio?
La gente siempre va con ilusión. Por un lado, por si te toca un premio y por otro, por el motivo de la Tómbola.