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Tres generaciones tomboleras

Corría el año 1945 y ya, Sagrario Elustondo, con solo 8 años, la Tómbola de Cáritas, le apasionaba. Para ella, aquellos años de posguerra en blanco y negro, hacían que dentro del recinto, se convirtieran en un lugar de luz, color y fantasía. Unos años que no olvida… La ilusión al abrir aquellos boletos, era parecido a abrir los regalos que le traían los Reyen Magos en enero:

“Iba con mi madre… Recuerdo que yo tenía una hucha de cerdito en la que ahorraba algunas pesetillas para luego comprar boletos durante el verano… ¡Una época inolvidable! Bendita inocencia…”

Sagrario, siguió acudiendo al Paseo de Sarasate, en aquella época, Paseo de Valencia, cada vez que se ponía la Tómbola… Y así fueron pasando los años. Se hizo mayor y empezó a ir con el que tiempo más tarde, fuera su marido. Y después con sus hijos. Aquel cariño a la Tómbola se lo inculcó a su hija María Eugenia. Ésta, recuerda perfectamente aquellos años:

“Vivíamos en Irurzun y no te puedes ni imaginar la cara de alegría que se me debía de poner cada vez que mi madre me llevaba a Pamplona en verano… ¡Eso significaba que nos íbamos a la Tómbola! Allí era muy feliz, pero lo era me tocara premio o no. Mi madre siempre me explicó cuál era el fin de aquellos boletos: ayudar a las personas más necesitadas. Y lo entendía. Y no pasaba nada si en la papeleta ponía, ‘sorteo’. Eso sí, cuando me tocaba algo… ¡Me volvía loca!”

“He venido tantas veces aquí con mi abuela y mi madre, que ya he perdido la cuenta. Eso sí: sé que cada vez que vengo, es como si fuera a un parque de atracciones… ¡Me lo pasó genial! Ahora, somos mi madre y yo las que le llevamos los boletos a mi abuela Sagrario a casa…”

Tres generaciones de mujeres, solidarias con la Tómbola de Cáritas Diocesana.

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